Sobre la piel del lienzo se deslizan
voces, líneas de habla. Las palabras han abandonado su posición
fija y quieren deslizarse entre trazos de color para mirarte con sus
ojos. El viento las mueve de una parte a otra, cruzando el aire, para
poder decir algo que nunca había dicho antes. Fragmentos de
escritura; islas de voz. Desde allí las palabras lanzan gemidos de
color que invaden el espacio. La voz se tiñe de luz rojiza y
azulada. Ya no hay horizonte donde poderse esconder, y las palabras
se muestran desnudas de sí mismas sobre la superficie cósmica.
Galaxias escritas. Sólo la voz pintada ha dejado sus pies disueltos
en el aire a fin de poder hablar desde el silencio del hueco y de la
sombra. Entre nubes de tinta flotan residuos de escritura: cristales
de habla que el torrente aéreo mantiene en suspensión, amenazando
con cortar la mirada a todo aquél que quiera descifrarlas. Hilos
escritos heridos de voz. La pintura ya no es sólo color: se ha
transformado en un río de gritos y murmullos hervidos en luz. Así
escucho y siento la pintura de Ana Celada.
Bartolomé Ferrando. 2015 >>>>>> VER EL VERSO <<<<<<<